¿Para qué el teatro para niños? Por Nora Lía Sormani.
A pesar de su carácter efímero, el teatro no pasa sin dejar huella. Favorece en los niños una positiva formación humanista, convirtiéndose en un poderoso instrumento de combate contra el escepticismo, la ignorancia y la mediocridad propiciados por este apabullante siglo XXI.
El teatro para niños proyecta cada vez con mayor fuerza su presencia en el mundo de la cultura infantil. Se ha convertido en una herramienta de aportes invalorables. De una forma inmediata y amena, conecta al niño con el mundo del arte y le abre las puertas de la sensibilidad estética, de la reflexión, de la capacidad de emocionarse, reírse y llorar, de comprender diferentes visiones de la vida y del mundo. A la par que los divierte, va desarrollando en los niños una formación humanista que los torna seres más nobles y sensibles. El teatro es un lenguaje que trabaja con la interrelación de las artes: en él se reúnen la literatura, la música, la pintura, la danza, el canto y el mimo. En la Argentina se lo considera uno de los intermediarios fundamentales entre los chicos y la literatura, ya que, especialmente en el caso de las adaptaciones, invita a recuperar lo visto en escena, a posteriori, a través de la lectura o la relectura de aquellas obras que fueron adaptadas.
Dentro de la cultura, el teatro -para adultos- ocupa un lugar "marginal" respecto de otras prácticas artísticas "centrales", como la literatura, el cine o la música. A su vez, la escena infantil tiene una posición relegada dentro del campo teatral. En consecuencia, para la cultura el teatro infantil resulta "marginal dentro de la marginalidad". Está en los bordes del borde. Necesita todavía, por lo tanto, más instituciones legitimantes y protectoras, más formas de estímulo y perfeccionamiento, más ediciones, historiadores y críticos, más espacio en los diarios y las revistas, en la televisión y la radio, en las universidades y los festivales, en los congresos y las becas de creación e investigación. El desafío es lograr el reconocimiento que el teatro infantil merece. Está en nuestras manos diseñar e implementar las estrategias que nos permitan liberar al teatro infantil de los prejuicios que aún lo rebajan a "género menor" y desplegar su potencial de diversión y formación en la cultura nacional.
La cultura relativa a los niños, encuentra, entonces, en el teatro un campo riquísimo de imágenes y reflexiones. En el fondo, el arte, y especialmente el de la escena, forma siempre una visión de mundo del hombre.
La lectura de obras y la asistencia a los espectáculos son las actividades a partir de las que se ejercita el amor al teatro. Y el vínculo del pequeño con este ritual sólo puede explicarse como un enigma. ¿Qué lleva a un niño a requerir ese ejercicio de espectar o leer una obra? ¿Por qué muchas veces el grupo familiar elige ir al teatro si le es más fácil acceder a la televisión y al video? ¿Se debe a los despliegues ficcionales de la imaginación, al placer de las palabras y de los movimientos, al deleite por el convivio con los actores, a una simple curiosidad? Sin duda todas estas explicaciones no alcanzan para definir esa voluntad irracional, ese deseo, ese vínculo parecido a la amistad que se genera entre el espectador y los actores o los titiriteros en escena.
Diversos son los mecanismos de la seducción del teatro: las versiones que fabrica sobre el universo, la belleza de sus argumentos y de sus imágenes, la posibilidad de testimoniar la realidad o el misterioso poder sonoro de los diálogos o la acción vertiginosa de los cuerpos de los actores en escena.
Como el amor o la amistad, la recepción teatral es una experiencia intransferible y la del aplauso y la emoción del público, una conquista. A veces más difícil que la de otras metas, porque nunca sabremos si hemos llegado a conocer su más recóndito secreto. Como la buena literatura, el del teatro es el reino “de la incertidumbre y el conflicto”, retomando palabras de Graciela Montes.
El hábito de asistir al teatro se genera porque el espectador en su devota frecuentación de las salas teatrales, va adquiriendo una competencia que sutiliza y amplía cada vez más el límite de su experiencia. La lectura de teatro genera estas mismas actitudes en el pequeño lector capaz de disfrutar y de formarse frente a la pieza dramática o el espectáculo especialmente creados para él.